(Des)humanizar cuerpos

Esta muestra se presentó en las salas 1 y 2 del Museo de Artes Visuales MAVI UC entre el 3 de mayo y el 31 de julio 2022.

Esta muestra propone una selección del acervo MAVI UC que permite visitar parte de la tradición del retrato y explorar, a la luz del presente, cómo este universo de la representación ha sido abordado por artistas locales. En ella vemos el retrato como prisma de preocupaciones muy diversas, un cuerpo o un rostro como crisol de la historia a escala humana, terreno de lo existencial y lo material. La selección se presenta como un mosaico de cuerpos tematizados a través de elecciones conceptuales, documentales, antropológicas y simbólicas.

(Des)humanizar cuerpos. Colección MAVI UC

Ya sea dominando a un otro o reivindicando el yo, la historia de la imagen de un cuerpo que posa propone un diagnóstico irrefutable: el cuerpo es un campo de batalla. Esto ocurre porque el gesto del retrato no puede sino tensionar el vínculo inherente entre representación e identidad. Se trata, además, de una operación de larga data –“posar para una foto es una idea renacentista” decía David Hockney–, a la vez que una oportunidad para humanizar o deshumanizar los cuerpos.

Pero el tema no es pasado. Como consecuencia de recientes y extensos períodos de confinamiento nos hemos “conocido” a través de nuestros rostros digitales. Mientras vivimos esta realidad mediada por pantallas, oscilamos entre olvidar el encuentro con el mundo: caminar, percibir objetos en un entorno natural, tocarnos y recordar que los cuerpos no son solo estructuras físicas sino estructuras vividas y experienciales. Que somos entidades “externas” e “internas”, en continua circulación.

La presente muestra propone una selección del acervo MAVI UC que nos permite visitar parte de esta tradición y explorar, a la luz del presente, cómo este universo de la representación ha sido abordado por artistas locales. En ella vemos el retrato como prisma de preocupaciones muy diversas, un cuerpo o un rostro como crisol de la historia a escala humana, terreno de lo existencial y lo material. La selección se presenta como un mosaico de cuerpos tematizados a través de elecciones conceptuales, documentales, antropológicas y simbólicas.

Algunas obras expuestas tensionan el control de la mirada sobre lo observado, excluyendo las emociones y acentuando la estética de lo retratado; otras revelan una dimensión crítica en la lectura de cuerpos femeninos y marginados, por ejemplo, mientras otros cuerpos son intervenidos, manipulados o deformados tanto a nivel visual como simbólico. En la muestra conviven los formatos más representativos de la colección, obras bidimensionales en pintura y fotografía, con otros que combinan la agencia corporal con objetos escultóricos o medios digitales. En ella vemos cuerpos, rostros y siluetas, definidas o borroneadas; cuerpos resistentes y cuerpos que se disuelven; retratos místicos, abnegados y paródicos; expresiones de oscuridad o vitalidad. Reflejos del universo y la naturaleza diversa de esta colección.

Sombrero de paja amarillo

“Sombrero de paja amarillo” (1979) de MARÍA MOHOR. Óleo sobre tela, 54 x 37 cm

La pintora y grabadora María Mohor (1920-2002) estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Trabajó también la escultura y el mosaico.

Su obra se asocia a la tradición del lenguaje expresionista, dirigiendo su trabajo gráfico hacia el retrato y la figura humana. Su estilo mantiene algunas características: planos saturados, trazos segmentados, elementos faciales y fisionómicos irregulares, pero afines. Tanto en sus pinturas como en sus grabados, se destaca el trazo, en sus diversos grosores y variaciones, dando la pauta de las formas.

Gonzalo Arqueros, investigador de arte contemporáneo, señala que “la originalidad en la obra de María Mohor radica en la simplicidad de la forma”. Fue parte de un grupo de artistas que privilegiaron el color por sobre el dibujo, el camino del gesto pictórico del lado de lo expresivo más que de lo racional. Como describe Ana María Stuven, doctora en Historia, “una retratística de veta instintiva (…) cuya innata audacia no trepida ante la negación de la belleza formal y las deformaciones expresivas de la figura”. Las figuras son simples y coherentes, los planos saturados las construyen de manera armónica.

Recibió el Premio Pablo Neruda y mención honrosa en la III Bienal Americana de Grabado de Santiago, ambos el año 1968.