Esta muestra se presentó en las salas 3 a 6 del Museo de Artes Visuales MAVI UC entre el 3 de mayo y el 3 de julio 2022.
A través de dibujo, pintura, escultura, fotografía, video e instalación, las obras de los y las artistas participantes en la exposición “Así van las cosas” interpelaron las nociones de inestabilidad y precariedad, así como la crisis de la idea de progreso desde distintos puntos de vista social, político y económico.
La muestra contó con la participación de un conjunto de artistas de Latinoamérica y Europa, diversas generaciones que hablan en sus obras del colapso, del devenir, de los complejos equilibrios sociales, de las transiciones, la memoria y el futuro incierto.
A través de dibujo, pintura, escultura, fotografía, video e instalación, las obras de los y las artistas participantes en la exposición “Así van las cosas” interpelaron las nociones de inestabilidad y precariedad, así como la crisis de la idea de progreso desde distintos puntos de vista social, político y económico. La muestra contó con la participación de un conjunto de artistas de Latinoamérica y Europa, diversas generaciones que hablan en sus obras del colapso, del devenir, de los complejos equilibrios sociales, de las transiciones, la memoria y el futuro incierto.
Artistas: Kader Attia (Francia), Natalia Babarovic (Chile), Paula Baeza Pailamilla (Chile), Jota Castro (Perú/Francia), Patricia Domínguez (Chile), Paz Errázuriz (Chile), Darío Escobar (Guatemala), Carlos Garaicoa (Cuba), Nury González (Chile), Patrick Hamilton (Chile), Pedro Lemebel (Chile), Cinthia Marcelle & Tiago Mata Machado (Brasil), Teresa Margolles (México), Eugenio Merino (España), Sebastián Preece (Chile), Pilar Quinteros (Chile), Santiago Sierra (España), Jorge Tacla (Chile) y Eugenio Téllez (Chile).
La exhibición “Así van las cosas” alude al video The Way Things Go de los artistas suizos Peter Fischli (1952) y David Weiss (1946 – 2012) que, desde su estreno en 1987, no ha hecho más que concitar elogios en virtud de la explosiva combinación de rigor conceptual, ironía y absurdo, elementos caracterizan no sólo el conjunto del trabajo de esta dupla, sino también gran parte de la creación en el arte contemporáneo.
Organizada por la agencia González y González, esta exposición está dedicada a la memoria del crítico de arte Guillermo Machuca (1961-2020), quién fuera cómplice y un estrecho colaborador del proyecto y espacio de exhibición González y González (2010-2014) durante sus años de vida en el centro de Santiago. Por su humor, inteligencia y amistad.
Esta muestra se presentó en las salas 1 y 2 del Museo de Artes Visuales durante los meses de julio a septiembre de 2021.
Reunió obras cuya reflexión se concentra en nuestra relación con las imágenes, deformándolas, diseccionándolas, descomponiéndolas, invirtiéndolas de su sentido dado. Materialidades, discursos y desplazamientos de campo elaboran a partir de esta impronta que entrega al itinerario nacional varias trayectorias sobresalientes.
Esta muestra, ubicada en las salas 1 y 2 del Museo de Artes Visuales, presentó obras cuya reflexión se concentra en nuestra relación con las imágenes, deformándolas, diseccionándolas, descomponiéndolas, invirtiéndolas de su sentido dado.
El estatuto de la representación en su construcción, el temor a las imágenes, se grafica o toma forma en diversos medios, prevaleciendo quizás lo pictórico (algo muy local). Materialidades, discursos y desplazamientos de campo elaboran a partir de esta impronta que ha entregado al itinerario nacional varias trayectorias sobresalientes.
Interrogar la imagen por la curadora Carolina Castro
En el cruce generacional propuesto por esta exposición, desde el reconocimiento compartido, surge un modo poderoso de investigación y estimulación en torno a la construcción de la imagen. Cada artista ha escogido una gran diversidad de medios para ello. En las obras de este conjunto parece emerger una sensibilidad común en la que el pasado no es pasado, y donde la autoconciencia y la relación de uno, la propia biografía, con el poder recursivo del discurso visual, sustenta la disputa intelectual de la imagen artística.
En el presente existe una tensión teórica, una dialéctica, entre objeto e imagen, entre lo virtual y lo real, lo material y su significado que se conecta además a la forma en que las imágenes viajan como objetos y circulan en la esfera pública, entre imaginarios culturales y temporalidades.
Nos preguntamos, ¿por qué no comprometer la materialidad de la imagen junto con la materialidad de otros elementos visuales?, ¿cómo se piensa el medio a través de la imagen que contiene?, ¿por qué no considerar las imágenes inmateriales que existen dentro de nuestras mentes y memorias, no encarnadas y sin embargo dentro de nuestros cuerpos?, ¿pueden llevar las imágenes a otras formas de la organización de lo sensible, a interferencias donde lo individual lleve también a lo colectivo?
Esta selección indaga en la posibilidad de extender el espíritu de la producción visual chilena de los últimos cuarenta años interrogándose sobre la trascendencia de las imágenes, su arraigo dentro de las estructuras de poder, así como su curso y creación de realidades.
Devorar la imagen por la curadora Carol Illanes
¿Qué es la imagen? Nuestra permanente y progresiva sobreexposición a ellas no nos ayuda ciertamente a poder definirlas. Nuestro temor y desconfianza, y el querer apuntar todo lo que no está ahí y todo lo que sí está, al contrario, las diluye y nos impide alcanzar su verdadera naturaleza.
Las imágenes son siempre producto de un concepto. Los sujetos y épocas tras ellas todas las veces emergen. Pero lejos de ser solo instrumentos de representación, simples canales al servicio consciente o inconsciente de manipulaciones, la imagen es poder y pretensión; ocupa el lugar de lo que no está, de lo ocurrido ya perdido e incluso aquello que “nunca fue”. Su lugar dentro de nuestra relación con lo real nos instala en varias paradojas: cuando nos obliga a denunciar sus límites, su ser-limitado la confirma como pura permanencia y autonomía.
Pero porque nos vemos impedidos de encerrarla en los límites de su materialidad, la imagen será siempre un suspenso, algo que nos deja suspendidos. Definida como viviente y pensante, la imagen es parte –objeto predilecto pero también matriz– del pensamiento occidental. Como establece W.J.T. Mitchell, denunciar la potencia de las imágenes o negarlas es lo mismo: los dos actos expresan la misma ansiedad o reconocimiento delante de dicha potencia.
Bajo esa extraña paradoja y innegable ansiedad, el arte “invierte” en las imágenes, resucitando su función crítica y proponiendo una actitud ante ellas: reconocer que si bien tienen el poder de tocar lo ausente y volver presente lo distante, lo que hay que buscar es precisamente controlar en lo posible ese autoexcedente exorbitante, ese infinito entre lo que es y lo que no es. Antes que nos devoren, dicen los artistas, hay que devorarlas, y volverlas otra cosa.
Exposición de una serie de pinturas de variados formatos, principalmente escenas y retratos que representan el trabajo de los últimos tres años de Natalia Babarovic.
Respecto de su obra anterior, propone una nueva solución pictórica para el “realismo”, tanto en el color como en el procedimiento.
Esta vez se ha sumado a su archivo de imágenes otro registro. Las pinturas actuales se han realizado a partir de fotos de varias performances realizadas en Estados Unidos en los años 60, encontradas por la artista en una revista de la época.
Entre otras, obras de Claes Oldenburg y Alan Kaprow. Se suma al registro de performances un nuevo referente, los pantallazos a videos de la web, en los que la artista ha basado sus últimas obras. Con estos pantallazos o screenshots, logra seleccionar un instante particular en una escena o acontecimiento y tener acceso a un universo de imágenes vasto e insospechado.
“Pintura inglesa” (2005) de NATALIA BABAROVIC. Pintura, óleo sobre tela. 153 x 147 cm
Natalia Babarovic (1966) es una de las artistas que colaboró en la renovación del lenguaje plástico conceptual que primó antes de los años noventa. Su práctica pictórica se caracteriza por una vocación analítica con el medio, preocupada por el estatuto de la representación. Este compromiso con el lenguaje de la pintura y su tradición, lo vemos desarrollado preferentemente en dos subgéneros de la misma, el retrato y el paisaje, que pone en diálogo directo con imágenes de otros medios, principalmente la fotografía. Las escenas mantienen un verosímil figurativo y narrativo, algunas veces solo lo suficiente para mantenernos en las preguntas sobre lo real y nuestra relación con lo visible.
Además de arrastrar una especie de melancolía en los lugares y sujetos, es característico de sus pinturas los espacios de tela dejados en blanco, aparentemente inconclusos, pero que resumen su interés por el problema visual. Sobre esto, Roberto Merino dice: “Lo inconcluso no podía estar ahí más que como solución de algo, de un desequilibrio estético probablemente situado más allá del alcance de nuestra mirada (…) La realidad aparece de distintas formas y es más visible aún en aquellos instantes que se libran de nuestros automatismos cotidianos. Es eso: me pareció que las zonas en blanco de la tela quedaban ahí como la huella de un momento liminar de cualquier proceso de creación, la nada de donde todo sale”. Entendemos, pese a las capas biográficas que encontremos en algunos de sus paisajes, que su obra no se trata entonces de ese lugar en particular, sino de cómo la imagen actúa como paisaje ante una convención de la mirada, una experiencia de la mirada donde la pintura aquí es solo una huella.